En su tono grave,
la luz que toca el piano
se ve desde el camino a la ciudad
con la elegancia sorda
de lo sórdido dentro que adorna
la pausa horizontal de las calles.
Cuando estira los dedos a través de la tiniebla el pianista,
saludan las estrellas de su mano estridente
si tú pasas o cualquiera.
Riega luz, cultiva sombra.
Sombras, recuerdos que han antes caminado por ahí:
no estropeen la voz primera, con sus ecos bravos,
de los nuevos pasos vivos
ni cubran con su incienso de malteada
las imágenes de los últimos peatones
que, tonales,
los pulsa la eléctrica brocha de la compañía de luz.
El pianista toca las siluetas peatonales.
Arrullo. Murmullo. Murmullo.
Es domingo en la noche,
d
e
s
c
ansen.
La luz que toca el piano
se ve desde el camino.
Su tono grave, graba los rasguños de las suelas
de los que andan de noche.
Las luces amarillas.
Descansen. Descansen.
Caminen.
Noche.
Amarilla.
Murmullo. Arrulla.
Pianista.
El pianista.
Poema sobre las luces de la ciudad que se ven de lejos, cuando se viaja sobre el cerro por una carretera.